jueves, 14 de diciembre de 2006

Yo soy El Ser Supremo (Conversaciones con Dios) Neale Donald Walsh.....!!!!!

Pero entonces ¿cómo puedo estar realmente agradecido por algo, si
sé que eso no está presente?
Fe. Si tienes aunque sólo sea la fe equivalente a un grano de mostaza,
moverás montañas. Sabrás que eso está presente porque Yo digo que
está presente; porque Yo digo que, incluso antes de que me preguntes,
habré respondido; porque Yo digo, y os lo he dicho de todas las
maneras concebibles, a través de cualquier maestro que me puedas
mencionar, que, sea lo que sea lo que queráis, si lo queréis en Mi
nombre así será.

Sin embargo, hay tanta gente que dice que sus oraciones han quedado sin
respuesta...

Ninguna oración - y una oración no es más que una ferviente
afirmación de lo que ya es - queda sin respuesta. Cualquier oración -
cualquier pensamiento, cualquier afirmación, cualquier sentimiento -
es creador. En la medida en que sea fervientemente sostenido como una
verdad, en esa misma medida, se hará manifiesto en vuestra
experiencia.
Cuando se dice que una oración no ha sido respondida, lo que realmente
ocurre es que el pensamiento, palabra o sentimiento sostenido de modo
más ferviente a llegado a ser operativo. Pero lo que has de saber - y
ese es el secreto - es que detrás del pensamiento se halla siempre
otro pensamiento - el que podríamos llamar Pensamiento Promotor -, que
es el que controla el pensamiento.
Por lo tanto, si rogáis y suplicáis, parece que existe una
posibilidad mucho menor de que experimentéis lo que pensáis que
habéis decidido, puesto que el Pensamiento Promotor que se halla
detrás de cada súplica es el de que en ese momento no tenéis lo que
deseáis. Ese Pensamiento Promotor se convierte en vuestra realidad.
El único Pensamiento Promotor que puede ignorar este pensamiento es
uno fundado en la fé en que Dios concederá cualquier cosa que se le
pida, sin falta. Algunas personas poseen este tipo de fe, pero muy
pocas.
El proceso de la oración resulta mucho más fácil cuando, en lugar de
creer que Dios siempre dirá "sí" a cada petición, se comprende
intuitivamente que la propia petición no es necesaria. Entonces la
oración se convierte en una plegaria de acción de gracias. No es en
absoluto una petición, sino una afirmación de gratitud por lo que ya
es.

Cuando dices que una oración es una afirmación de lo que ya es,
¿estas diciendo que Dios no hace nada, que todo lo que ocurre después
de una oración es un resultado de la acción de rezar?

Si crees que Dios es un ser omnipotente que escucha todas las
oraciones, y responde "sí" a unas, "no" a otras, y "ya
veremos" al resto, estás equivocado. ¿Por qué regla de tres
decidiría Dios?
Si crees que Dios es quién crea y decide todo lo que afecta a vuestra
vida, estás equivocado.
Dios es el observador no el creador. Y Dios está dispuesto a ayudaros
a vivir vuestra vida, pero no de la manera que supondríais.
La función de Dios no es crear, o dejar de crear, las circunstancias o
condiciones de vuestra vida. Dios os ha creado a vosotros, a imagen y
semejanza suya. Vosotros habéis creado el resto, por medio del poder
que Dios os ha dado. Dios creó el proceso de la vida, y la propia vida
tal como la conocéis. Pero Dios os dio el libre albedrío para hacer
con la vida lo que queráis.
En ese sentido, vuestra voluntad respecto a vosotros es la voluntad de
Dios respecto a vosotros.
Estáis viviendo vuestra vida del modo como la estáis viviendo, y Yo
no tengo ninguna preferencia al respecto.
Esa es la grandiosa ilusión de la que participáis Que Dios se
preocupa de un modo u otro por lo que hacéis.
Yo no me preocupo por lo que hacéis, y eso os resulta difícil de
aceptar. Pero ¿os preocupáis vosotros por lo que hacen vuestros hijos
cuando les dejáis salir a jugar? ¿Es importante para vosotros si
juegan al corre que te pillo, al escondite o a disimular? No, no lo es,
porque sabéis que están perfectamente seguros, ya que les habéis
dejado en un entorno que consideráis favorable y adecuado.
Por supuesto siempre confiaréis en que no se lastimen. Y si lo hacen,
haréis bien en ayudarles, curarles, y permitirles que se sientan de
nuevo seguros, que sean felices de nuevo, que vuelvan a jugar otro
día. Pero tampoco ese otro día os preocupará si deciden jugar al
escondite o a disimular.
Por supuesto, les diréis que juegos son peligrosos. Pero no podréis
evitar que vuestros hijos hagan cosas peligrosas. Al menos, no siempre;
no para siempre; no en todo momento desde ahora hasta su muerte. Los
padres juiciosos lo saben. Pero los padres nunca dejan de preocuparse
por el resultado. Esta dicotomía - no preocuparse excesivamente por el
proceso, pero sí por el resultado - describe con bastante
aproximación la dicotomía de Dios.
Pero Dios, en un sentido, no siempre se preocupa por el resultado. No
por el resultado final. Y ello porque el resultado final está
asegurado.
Y esta es la segunda gran ilusión del hombre: que el resultado de la
vida es dudoso.
Es esta duda acerca del resultado final la que ha creado a vuestro
mayor enemigo: el temor. Si dudáis del resultado, dudaréis del
Creador: dudaréis de Dios. Y si dudáis de Dios, entonces viviréis
toda vuestra vida en el temor y la culpa.
Si dudáis de las intenciones de Dios - y de su capacidad de producir
este resultado final -, entonces ¿cómo podréis descansar nunca?
¿Cómo podréis nunca hallar realmente la paz?
Sin embargo, Dios posee pleno poder para encajar las intenciones con
los resultados. No podéis ni queréis creer en ello (aunque afirméis
que Dios es todopoderoso), y, en consecuencia, habéis de crear en
vuestra imaginación un poder igual a Dios, con el fin de encontrar una
manera de que la voluntad de Dios se vea frustrada. Así, habéis
creado en vuestra mitología al ser que llamáis "el diablo".
Incluso habéis imaginado a Dios en guerra con ese ser (pensando que
Dios resuelve sus problemas del mismo modo que vosotros). Por fin,
habéis imaginado realmente que Dios podría perder esa guerra.
Todo eso viola lo que decís que sabéis acerca de Dios, pero eso no
importa. Vivís vuestra ilusión, y, de este modo, sentís vuestro
temor, debido a vuestra decisión de dudar de Dios.
Pero ¿qué ocurriría si tomaras una nueva decisión? ¿Cuál sería
entonces el resultado?
Deja que te diga algo: deberías vivir como Buda. Como Jesús. Como lo
hicieron todos los santos que siempre habéis idolatrado.
Sin embargo, como ocurrió con la mayoría de los santos, la gente no
te entendería. Y cuando trataras de explicar tu sensación de paz, tu
alegría de vivir, tu éxtasis interior, ellos oirían tus palabras,
pero no te escucharían. Tratarían de convencerte de que eras tú
quién no entendía a Dios.
Y si fracasaran a la hora de arrancarte tu alegría, tratarían de
hacerte daño; tan enorme sería su rabia. Y cuando tú les dijeras que
eso no te importaba, que ni siquiera la muerte podría privarte de tu
alegría, ni cambiaría tu verdad, seguramente te matarían. Entonces,
cuando vieran con qué paz aceptabas la muerte, te llamarían santo, y
te amarían de nuevo.
Y ello porque está en la naturaleza de las personas amar, luego
destruir, y luego amar de nuevo aquello que más aprecian.

Pero ¿por qué? ¿Por qué lo hacemos?

Todos los actos humanos están motivados, a su nivel más profundo, por
una de estas dos emociones: el temor o el amor. En realidad existen
sólo dos emociones: sólo dos palabras en el lenguaje del alma. Son
los extremos opuestos de la gran polaridad que Yo creé cuando produje
el universo, y vuestro mundo, tal como hoy lo conocéis.
Estos son los dos aspectos - Alfa y Omega - que permiten la existencia
del sistema que llamáis "relatividad". Sin estos dos aspectos, sin
estas dos ideas sobre las cosas, no podría existir ninguna otra idea.
Todo pensamiento humano, toda acción humana, se basa o bien en el
amor, o bien en el temor. No existe ninguna otra motivación humana, y
todas las demás ideas no son sino derivadas de estas dos. Son
simplemente versiones distintas: diferentes variaciones del mismo tema.
Piensa en ello detenidamente, y veras que es verdad. Eso es lo que he
llamado Pensamiento Promotor. Es tanto un pensamiento de amor como de
temor. Este es el pensamiento que se oculta detrás del pensamiento
que, a su vez, se oculta detrás del pensamiento. Es el primer
pensamiento. Es la fuerza principal. Es la energía primaria que mueve
el motor de la experiencia humana.
Y he ahí como el comportamiento humano produce una experiencia
repetida tras otra; he ahí por qué los humanos aman, luego destruyen,
y luego aman de nuevo: siempre con ese movimiento pendular de una
emoción a la otra. El amor promueve el temor, que promueve el amor,
que promueve el temor...
...Y la razón se halla en la primera mentira - una mentira que
sostenéis como si fuera la verdad sobre Dios - de que no se puede
confiar en Dios; de que no se puede contar con el amor de Dios; de que
el hecho de que Dios os acepte está condicionado; por tanto, de que
el resultado final es dudoso. Entonces, si no podéis contar con que el
amor de Dios está siempre ahí, ¿con el amor de quién podéis
contar? Si Dios se retira y se aparta cuando vosotros no actuáis
correctamente, ¿no lo harán los simples mortales?
...Y así es como en el momento en que prometéis vuestro más elevado
amor, abrís la puerta a vuestro mayor temor.
Y ello, porque lo primero que os preocupa después de decir "Te
amo" es si vais a escuchar lo mismo. Y si lo escucháis, entonces
empezáis inmediatamente a preocuparos por la posibilidad de perder ese
amor que acabáis de encontrar. Así, toda acción se convierte en
reacción - de defensa ante la pérdida -, incluso cuando tratáis de
defenderos ante la pérdida de Dios.
Pero si supieras Quiénes sois - que sois el ser más magnífico,
notable y espléndido que Dios ha creado nunca, - no habríais de
sentir temor nunca; ya que ¿quién puede negar esa maravillosa
magnificencia? Ni siquiera Dios podría criticar a un ser así.
Pero no sabéis Quiénes sois, y pensáis que sois mucho menos. ¿De
dónde habéis sacado la idea de que sois cualquier cosa menos
magníficos? De las únicas personas cuya palabra aceptaríais
plenamente. De vuestra madre y vuestro padre.
Estas son las personas que más os aman. ¿Por qué habrían de
mentiros? Sin embargo ¿no os han dicho que sois demasiado tal cosa, y
no suficientemente tal otra? ¿No os han recordado que tenéis que
pasar desapercibidos? ¿No os han regañado en algunos de vuestros
momentos de mayor euforia? ¿Y no os han animado a desechar algunas de
vuestras ideas más descabelladas?
Estos son los mensajes que habéis recibido, y, aunque no satisfacen
los criterios, y, por tanto, no son mensajes de Dios, también podían
haberlo sido, puesto que proceden, sin duda alguna, de los dioses de
vuestro universo.
Fueron vuestros padres quienes os enseñaron que el amor está
condicionado - habéis sentido esas condiciones muchas veces -, y esa
es la experiencia que habéis interiorizado en vuestras relaciones
amorosas.
Es también la experiencia que me aplicáis a Mí.
Y a partir de esta experiencia extraéis vuestras conclusiones sobre
Mí. En este marco proclamáis vuestra verdad. "Dios es un Dios
amoroso - decís -, pero si quebrantas Sus mandamientos, Él te
castigará con el destierro perpetuo y la condenación eterna."
¿Acaso no habéis experimentado el destierro de vuestros propios
padres? ¿No conocéis el dolor de su condenación? ¿Cómo, entonces,
podríais imaginar que iba a ser distinto conmigo?
Habéis olvidado qué era ser amado sin condiciones. No recordáis la
experiencia del amor de Dios. Y así, tratáis de imaginar cómo debe
de ser el amor de Dios basándoos en cómo veis que es el amor del
mundo.
Habéis proyectado en Dios el papel de " padre", y, en
consecuencia, habéis salido con un Dios que juzga, y premia o castiga,
en base a lo buenos que crea que habéis sido hasta ese momento. Pero
esta es una visión simplista de Dios, basada en vuestra mitología. No
tiene nada que ver con Quién soy Yo.
Así pues, habiendo creado todo un sistema de pensamiento acerca de
Dios basado en la experiencia humana más que en las verdades
espirituales, después creasteis toda una realidad en torno al amor. Se
trata de una realidad basada en el temor, arraigada en la idea de un
Dios terrible y vengativo. Ese Pensamiento Promotor es erróneo, pero
rechazarlo supondría desbaratar toda vuestra teología. Y aunque la
nueva teología que podría reemplazarla sería realmente vuestra
salvación, no podéis aceptarla, puesto que la idea de un Dios al que
no haya que temer, que no va a juzgar, y que no tiene ningún motivo
para castigar, resulta sencillamente demasiado magnífica para
incluirla ni siquiera en vuestra más grandiosa noción de Quien y Qué
es Dios.
Esta realidad del amor basada en el temor domina vuestra experiencia de
aquél; más aún, en realidad la crea, ya que no sólo hace que
consideréis que recibís un amor condicionado, sino también que
penséis que lo das del mismo modo. E incluso mientras negociáis y
establecéis vuestras condiciones, una parte de vosotros sabe que eso
no es realmente el amor. Aún así, parecéis incapaces de cambiar la
manera de dispensarlo. Os decís a vosotros mismos que habéis
aprendido la manera difícil, y ¡qué os condenéis si os hacéis de
nuevo vulnerables! Pero lo cierto es que deberíais decir ¡qué os
condenéis si no lo hacéis!
[Debido a vuestros propios (y equivocados) pensamientos sobre el amor,
sí que os condenáis realmente a no experimentarlo nunca en toda su
pureza. Del mismo modo, os condenáis a no conocerme nunca como
realmente soy. Al menos mientras obréis así, ya que no podéis
rechazarme para siempre, y llegará el momento de nuestra
Reconciliación.]
Cualquier acción emprendida por los seres humanos se basa en el amor o
el temor, y no simplemente las que afectan a las relaciones. Las
decisiones relativas a los negocios, la industria, la política, la
religión, la educación de vuestros jóvenes, la política social de
vuestras naciones, los objetos económicos de vuestra sociedad, las
decisiones que implican guerra, paz, ataque, defensa, agresión,
sometimiento; las determinaciones de codiciar o regalar, de ahorrar o
compartir, de unir o dividir: cualquier decisión libre que toméis se
deriva de uno de los dos únicos pensamientos posibles que existen: un
pensamiento de amor o un pensamiento de temor.
El temor es la energía que contrae, cierra, capta, huye, oculta,
acumula y daña.
El amor es la energía que expande, abre, emite, permanece, revela,
comparte y sana.
El temor cubre nuestros cuerpos de ropa; el amor nos permite permanecer
desnudos. El temor se aferra a todo lo que tenemos; el amor lo regala.
El amor prohíbe; el amor quiere. El temor agarra; el amor deja ir. El
temor duele; el amor alivia. El temor ataca; el amor repara.
Cualquier pensamiento, palabra o acto humano se basa en una emoción o
la otra. No tenéis más elección al respecto, puesto que no existe
nada más entre que elegir. Pero tenéis libre albedrío respecto a
cuál de las dos escoger.

Haces que parezca muy fácil, y, sin embargo, en el momento de la
decisión el temor vence mucho más a menudo. ¿Por qué?

Habéis aprendido a vivir en el temor. Se os ha hablado de la
supervivencia de los más capacitados, y de la victoria de los más
fuertes y el éxito de los más inteligentes. Pero se os ha dicho muy
poco sobre la gloria de quienes más aman. De este modo, os esforzáis
por ser los más capacitados, los más fuertes, los más inteligentes -
de una u otra manera -, y si en una situación determinada percibís
que vosotros lo sois menos, tenéis miedo de perder, puesto que se os
ha dicho que ser menos significa perder.
Así, evidentemente, elegís la acción promovida por el temor, porque
eso es lo que os han enseñado. Pero Yo os enseño esto: cuando
escojáis la acción promovida por el amor, entonces haréis algo más
que tener éxito Entonces experimentaréis plenamente la gloria de
Quienes Realmente Sois, y quienes podéis ser.
Para hacer esto, debéis dejar de lado las enseñanzas de vuestros
bienintencionados, aunque mal informados, profesores mundanos, y
escuchar las enseñanzas de aquellos cuya sabiduría proviene de otra
fuente.
Hay muchos de estos profesores entre vosotros, como siempre los ha
habido, ya que nunca he querido privaros de aquellos que os mostraran,
os enseñaran, os guiaran y os recordaran esas verdades. No obstante,
el mayor recordatorio no se halla fuera de vosotros, sino que es
vuestra propia voz interior. Esta es la primera herramienta que
utilizo, puesto que es la más accesible.
La voz interior es la voz más fuerte con la que hablo, puesto que es
la más cercana a vosotros. Es la voz que os dice si todo lo demás es
verdadero o falso, correcto o equivocado, bueno o malo, según vuestra
definición. Es el radar que señala el rumbo, dirige el barco y guía
el viaje, si dejáis que lo haga.
Es la voz que te dice ahora mismo si las propias palabras que estás
leyendo son palabras de amor o palabras de temor. Con este patrón
puedes determinar si son palabras que hay que tener en cuenta o
palabras que hay que ignorar.

Dices que, si yo elijo siempre la acción impulsada por el amor,
entonces experimentaré plenamente la gloria de quien soy y quien puedo
ser. ¿Quieres explicármelo con más detalle, por favor?

Existe únicamente un propósito para toda la vida, y es, para vosotros
y para todo lo que vive, experimentar la gloria más plena.
Todo lo que decís, hacéis o pensáis está subordinado a esta
función. Vuestra alma no tiene que hacer nada más que eso, y no
quiere hacer nada más que eso.
Lo maravilloso de este propósito es que nunca termina. Un fin es una
limitación, y el propósito de Dios carece de este límite. Debe
llegar un momento en el que os experimentéis a vosotros mismos en
vuestra gloria más plena, y en ese instante imaginaréis una gloria
aún mayor. Cuanto más seáis, más llegaréis a ser, y cuanto más
lleguéis a ser, más podréis ser todavía.
El secreto más profundo es que la vida no es un proceso de
descubrimiento, sino un proceso de creación.
No os descubrís a vosotros mismos, sino que os creáis a vosotros
mismos de nuevo. Tratáis, por lo tanto, no de averiguar Quienes Sois,
sino de determinar Quienes Queréis Ser.

Hay quienes dicen que la vida es una escuela, que estamos aquí para
aprender unas determinadas lecciones, que una vez "graduados"
podremos continuar con otros objetivos mayores, liberados ya de las
cadenas del cuerpo. ¿Es eso cierto?

Es otra parte de vuestra mitología, basada en la experiencia humana.

¿La vida no es una escuela?

No.

¿No estamos aquí para aprender?

No.

Entonces ¿por qué estamos aquí?

Para recordar y re-crear Quiénes Sois.
Os lo he dicho una y otra vez, y no Me creéis. Pero así ha de ser; ya
que, verdaderamente, si no os creáis como Quienes Sois, no podéis
ser.

Bueno, me he perdido. Volvamos a lo de la escuela. He escuchado a un
maestro tras otro decirnos que la vida es una escuela. Francamente, me
choca oírte negarlo.

La escuela es un lugar adonde uno va si hay algo que uno no sabe y
quiere saber. No es un lugar adonde uno va si ya sabe algo y
simplemente quiere experimentar su sabiduría.
La vida (como la llamáis) es una oportunidad para vosotros de saber
experimentalmente lo que ya sabéis conceptualmente. No necesitáis
aprender nada al respecto. Necesitáis simplemente recordar lo que ya
sabéis, y obrar en consecuencia.

No estoy seguro de entenderlo.

Empecemos por aquí. El alma - vuestra alma - ya sabe todo lo que se
puede saber en todo momento. Nada se le oculta, nada desconoce. Pero
saberlo no es suficiente. El alma aspira a experimentarlo.
Podéis saber que sois generosos, pero a menos que hagáis algo que
demuestre generosidad, no tenéis sino un concepto. Podéis saber que
sois amables, pero a menos que hagáis algo que demuestre amabilidad
con alguien, no tenéis sino una idea sobre vosotros mismos.
El único deseo de vuestra alma es convertir ese magnífico concepto de
sí misma en su mayor experiencia. En tanto el concepto no se convierta
en experiencia, todo lo que hay es especulación. Yo he estado
especulando sobre Mí mismo durante mucho tiempo. Más del que tú y Yo
podríamos recordar conjuntamente. Más que la edad del universo
multiplicada por sí misma. ¡Ve, pues, qué joven es - qué nueva es
- Mi experiencia de Mí mismo!

Me he perdido de nuevo. ¿Tu experiencia de Ti mismo?

Sí Permíteme que te lo explique de este modo:
En el principio, lo que Es era todo lo que había, y no había nada
más.
Pero Todo Lo Que Es no podía conocerse a sí mismo, pues Todo Lo Que
Es era todo lo que había, y no había nada más. Así, Todo Lo Que
Es... no era, ya que, en ausencia de cualquier otra cosa, Todo Lo Que
Es no es.
Este es el gran "Es - No Es" al que han aludido los místicos desde
el principio de los tiempos.
Ahora bien, Todo Lo Que Es sabía que era todo lo que había; pero eso
no era suficiente, puesto que sólo podía conocer su total
magnificencia conceptualmente, no experiencialmente. Sin embargo es la
experiencia de sí mismo lo que anhelaba, puesto que quería saber que
le apetecía ser tan magnífico. Aún así, eso era imposible, ya que
el propio término magnífico es un termino relativo. Todo Lo Que Es no
podía saber que le apetecía ser magnífico a menos que lo que no es
lo descubriera. En ausencia de lo que no es, lo que Es no es.
¿Lo entiendes?

Creo que sí. Continúa.

De acuerdo. Lo único que Todo Lo Que Es sabía es que no había nada
más. Así no podía, ni lograría, nunca conocerse a Sí mismo desde
un punto de referencia exterior a Sí mismo: dicho punto de referencia
no existía. Sólo existía un punto de referencia, y era el único
lugar interior. El "Es - No Es". El "Soy - No Soy".
Aún así, el Todo de Todo decidió conocerse experimentalmente.
Esta energía - pura, invisible, inaudible, inobservada y, por lo
tanto, desconocida - por - cualquier - otra energía - decidió
experimentarse a Sí misma como la total magnificencia que era. Para
ello, se dio cuenta de que habría de utilizar un punto de referencia
interior.
Se hizo el razonamiento, totalmente correcto, de que cualquier parte de
Sí mismo había de ser necesariamente menos que el total, y, por
tanto, si simplemente se dividía a sí mismo en partes, cada parte,
al ser menos que el total, podía mirar al resto de Sí mismo y ver su
magnificencia.
Así, Todo Lo Que Es se dividió a Sí mismo, convirtiéndose, en un
momento glorioso, en lo que es esto y lo que es aquello. Por primera
vez, existían esto y aquello, completamente separados lo uno de lo
otro. Y aun así, existían simultáneamente; tal como sucedía con
todo lo que no era ninguno de los dos.
Así de repente existían tres elementos: lo que está aquí; lo que
está allí, y lo que no está ni aquí ni allí, pero que debe existir
para que aquí y allí existan.

Es la nada lo que sostiene al todo. Es el no-espacio el que sostiene al
espacio. Es el todo el que sostiene a las partes.
¿Lo entiendes?
¿Me sigues?

Creo que sí, realmente. Lo creas o no, lo has ilustrado de una forma
tan clara que creo que verdaderamente lo entiendo.


Atentamente,
Dr. Clever Sánchez
YO SOY REV EL C.
YO SOY EL QUE YO SOY.
Embajador de la Edad Dorada.
Todos Somos Uno.
UNIDAD

No hay comentarios.: