martes, 12 de diciembre de 2006

LA JUSTICIA Y EL RESPETO DE LA LIBERTAD Y DE LAS LIBERTADES...!!!!!!!!

LA JUSTICIA

Un campo donde la Geniocracia u otro sistema, también debería ser rigurosa es la justicia.

En efecto, ¿cómo podemos aceptar que haya hombres que juzguen a otros sin estar seguros de ser más inteligentes que aquellos? ¿Acaso no es inconcebible que un genio sea juzgado por imbéciles? Sin embargo, es lo que sucede actualmente, y siempre ha ocurrido de esta manera.

Sólo la gente capaz de ser electora debería tener el derecho de ser juez para juzgar los delitos; y para los crímenes, los jueces deberían ser seleccionados entre los elegibles, los genios.

En cuanto a los castigos infligidos a los criminales, casi siempre son condenas por la reincidencia.

En efecto, así no se les cambia a los criminales, sino que se les endurece o amarga todavía más, cuando ya existen métodos científicos para intervenir y curar a individuos que son encontrados culpables o violentos.

El doctor Heinz Lehmann, de la Universidad McGill, ha descubierto una droga que elimina la agresividad excesiva que engendra la violencia.

De este modo, será más razonable condenar a los criminales a un tratamiento con esta sustancia que -contrariamente a la prisión- tendría un efecto real sobre ellos.

Evidentemente, sería preferible prevenir los crímenes en lugar de tener que intervenir después, y tal vez podríamos considerar la posibilidad de medir en los adolescentes el nivel químico de agresividad, y de corregir, gracias a la sustancia anteriormente citada, el defecto antes de que conduzca al sujeto a cometer tales acciones.

Algunos exclamarían que esto se trataría de un lavado de cerebro, ¿qué otra cosa intenta conseguir una sociedad que encarcela a sus criminales durante diez o veinte años que no sea modificarles, es decir, suprimirles su personalidad de asesino, o sea, efectuar un largo lavado de cerebro que resultará ser ineficaz?.

Sin embargo, una intervención química, cuyos efectos se controlaran regularmente, sería particularmente menos bárbara que unos años en prisión.

EL RESPETO DE LA LIBERTAD Y DE LAS LIBERTADES

Si hace dos mil años crucificábamos a aquellos que tenían ideas que molestaban, y si hace cuatrocientos años los quemábamos, hoy en día ponemos una bata blanca a los verdugos para sustituir el martillo, los cuartelillos de policía o la hoguera: los encerramos en hospitales psiquiátricos.

Lo que antes se hacía en nombre de la religión o de la moral, ahora se practica en nombre de la salud mental.

La utilización de la ciencia para mantener el orden público reemplaza estos dogmas. Ya no forzamos a los nuevos "calvinistas" a conversiones obligatorias, sino a "normalizaciones" obligatorias.

Leyendo estas líneas, todos pensarán en los disidentes soviéticos, pero yo no busco tan lejos. El aullido lejano de los lobos, no me impide escuchar el silbido de la serpiente que repta cerca de mis pies...

Quiero decir que, desde, 1977, en los países supuestamente "democráticos" como Francia, se puede internar a cualquiera en un hospital psiquiátrico, y que desgraciadamente, va a ser necesario probar que no está loco frente a psiquiatras que pueden ser a la vez juez y parte, lo cual, en ciertos casos, puede ser absolutamente imposible.

Actualmente, cualquier alcalde puede internar en un hospital psiquiátrico a un individuo de su municipio al que juzgue peligroso para el orden público, para que sea sometido a exámenes.

Imaginemos un individuo que pone en peligro no el orden público sino el susodicho puesto del alcalde.

De esta manera, dicho individuo perfectamente puede verse internado, y, siendo monstruosamente alterado por esta técnica, ser realmente juzgado como peligroso por psiquiatras y mantenido durante cierto tiempo en un centro médico, lo que tendría por efecto la ruina de su carrera política, y eso sin hablar de los efectos traumáticos e irreversibles en el plano psíquico.

Y esto puede suceder fuera del sistema judicial, sin que intervenga absolutamente ningún Tribunal y ¡sin que el interno haya cometido el más mínimo acto reprensible!

Lo que se instaló en la Rusia, y que viene a ser lo mismo, pero más desarrollado, puede desarrollarse en Francia en las mismas proporciones, hasta convertirse en una práctica habitual. Es necesario tomar medidas antes de que esto ocurra, puesto que después, cualquier acción podría ser considerada como realizadora de maniobras disidentes, y por tanto, merecedora de un tratamiento psiquiátrico...

¿Cómo actuar si es que ya no es demasiado tarde?

Primeramente, eliminando el derecho de cualquier persona a solicitar el internamiento de otra sin que ésta última haya cometido algún acto reprensible.

A continuación, haciendo preceder de un juicio público a todo internamiento en un hospital psiquiátrico, dándole al interesado los medios para defenderse, particularmente permitiéndole elegir un abogado, un psiquiatra de la defensa que estará encargado de demostrar ante el tribunal psiquiátrico que el individuo juzgado puede ser original (lo cual es una cualidad), pero no peligroso físicamente para la sociedad.

Sólo las personas físicamente peligrosas para los demás deben ser retenidas, y no debe reprimirse jamás ninguna idea con el pretexto de constituir un peligro moral, puesto que así estamos llevando a cabo una inquisición moderna, consistente en la persecución de disidentes.

Este tribunal estará compuesto de un psiquiatra fiscal, de tres psiquiatras jueces y, eventualmente, de un jurado de elegibles, es decir, de genios.

El paciente juzgado como merecedor de un internamiento podrá apelar a la decisión ante cualquier jurisdicción, y solicitar ser juzgado por otro tribunal, no siendo internado mientras no cometa un acto reprensible antes de su primera comparecencia.

Por otro lado, durante su tratamiento, el paciente podrá ser asistido por su psiquiatra abogado, tanto en lo que concierne al seguimiento de las terapias, como a la evolución de su curación y a la solicitud de su liberación en función de lo anterior.

Esta será una garantía adicional contra eventuales intentos de despersonalización, y dará al enfermo la tranquilidad de sentirse asistido por alguien imparcial que trata de ayudarlo a salir lo antes posible del centro donde se encuentra recluido, lo cual, además, sería un factor que aceleraría la curación, puesto que así se evitaría que el enfermo se sintiera alterado por el hecho de que un psiquiatra con el que posiblemente no desee simpatizar, fuera a decidir sobre su salida cuando mejor le pareciera.

Despersonalizar a un ser violento es algo deseable, pero despersonalizar a un ser que piensa de modo diferente es un acto criminal. Ya sean efectuadas estas despersonalizaciones, con el paso del tiempo, en prisiones, químicamente, quirúrgicamente o por cualquier otro medio.

Esta muy mala tendencia de no tolerar que alguien impulse a pensar de modo diferente a lo que es admitido por la mayoría, se acentúa cada vez más en Francia.

Por ejemplo, en los medios donde se comete el error de no dar importancia al respeto de la libertad de pensamiento y de expresión. Es revelador ver cómo la Federación Francesa de atletismo se ha negado a conceder una licencia a un campeón como Guy Drut, simplemente por haber hecho propuestas innovadoras después de su victoria en los Juegos Olímpicos.

Esto es el fascismo: impedir que un atleta practique su deporte porque ha expuesto ideas que no están conformes con las de las autoridades dirigentes de este deporte, en una palabra, declaraciones disidentes. Lo grave es que un organismo nacional emplee tales métodos de represión, porque se trata de un claro caso de represión, y de la forma de represión más grave, la de las ideas, y que nadie ponga el grito en el cielo, que nadie intervenga diciendo que es indigno de un país sensato el hecho de no respetar la libertad de pensamiento.

Y aún más que la gente que se haya atrevido a utilizar tales métodos es indigna de seguir ocupando sus funciones por más tiempo.

La indiferencia frente a la intolerancia y al fascismo, hacen cómplices a todos los que no reaccionan, que corren el riesgo de sufrir la misma suerte algún día. Comienza en las federaciones deportivas o cualquier otra Institución y termina en los campos de concentración.

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